“La Habana me da su particularidad”
El habanero pícaro empuja los límites del tempo; “el alma te llena de preciosas melodías”, se podría decir de su música, parafraseando una de sus canciones. Maykel Blanco y su orquesta Salsa Mayor –con diez años de trayectoria y cuatro CD– se presenta hoy a las 22 en Groove (Santa Fe 4389) y mañana en Rosario. “Los cubanos somos muy dicharacheros. En pocos países he visto a las personas sentadas en una esquina, tocando rumba. Hay dos expresiones indiscutibles, ‘qué bolá’ y ‘asere’, que nos identifican en el mundo. Si todos hiciéramos la música exactamente igual, utilizáramos las mismas palabras y el mismo estilo, sería bastante aburrido. Que cada pueblo aporte su argot y su forma de ver la vida enriquece la música”, dice Blanco, un artista que reconoce influencias de Pablo Milanés, la orquesta Revé y los Van Van, pero también de otras bandas como Earth, Wind & Fire, a la hora de orquestar los metales.
–¿Es cierto que dejó los estudios de música por “indisciplinado”?
–Sí, pero no los dejé, me obligaron a dejarlos. Cuando empecé a hacer los redobles, que es lo primero que se aprende en percusión, creía que ya estaba listo para tocar. Cosas de niño, ¿no? Me gustaba esperar a que mis padres se fueran y en vez de ir a la escuela me quedaba en casa, escuchando música y tocando por encima de la música. Aprendí a mi manera.
–¿Se arrepiente de no haber estudiado?
–Lo correcto hubiera sido estudiar. Al final no estudié de una manera, pero tuve que estudiar de otra. Como no tenía un molde, fui creando mi estilo. Es como una fábrica de jabón donde todo el que pasa por ahí sale con el mismo molde. El hecho de no haber pasado por ahí me hizo un jabón medio diferente (risas). En la música, lo que es un “do” de piano para una trompeta se transforma en un “re”. Estas son cosas que se estudian y que yo estudio porque para la trompeta es un “re”, pero para un saxofón alto es un “la”. Yo tenía la música en la cabeza, pero cuando quería escribirla era un problema: no sabía cómo ponerle a la trompeta lo que yo hacía con el piano. Tuvo que venir un amigo que me dijo: “Un do para ti un re para la trompeta”. Así fui aprendiendo.
Cuando Blanco (La Habana, 1981) tenía dos años, Oscar D’León estuvo en Cuba. “Me contaron que fue para mí una revelación tremenda. Mi familia dice que yo cogí una guitarra y hacía como Oscar en el barrio. Y tengo fotos que testifican esto. En algún momento voy a subirlas a Facebook. ¡No tenía ni dientes! Creo que tengo mucha influencia de Oscar. En Cuba se oye mucho su música”, subraya el músico.
–¿Hay una sonoridad, un decir, que se lo da sólo La Habana como ciudad?
–Sí, nosotros sabemos qué orquesta es de La Habana y cuál no. Hace un tiempo un músico cubano me decía que mi son es habanero, que lo acentúo diferente. Las acentuaciones, en la música, no están en el mismo tiempo dentro del compás. Las palabras, las formas de mover el bajo, las frases de los metales, los coros, la interpretación son distintas. La Habana me da una particularidad y me lleva a escribir otro tipo de letras. En “La calle está caliente” estoy hablando de las calles de mi ciudad, que son las que camino y vivo.